Existe en mí, un aspecto que no tengo nada bien desarrollado: el gusto por la cocina.
Digamos que no me muero de hambre, pero el hecho de tener que meterme a la cocina, es como si me pusieran a hacer miles de planas de mi nombre, sin salirme de los cuadritos de una libreta forma francesa de cuadro chico. (Un lapsus frustratus del kinder jajaja)
Por fortuna (o desgracia), mi mamá me metió a la cocina muy chica, tendría yo unos 6 años, ya entrada en la primaria lo primero que me enseñó a hacer es un huevo revuelto. (Gracias madre, ya con eso he logrado sobrevivir sin morirme de hambre en estos años de soltera fuera de casa jajaja). Pero a esa edad, si entraba a la cocina era por hambre... porque por gusto mejor me ponía a ver caricaturas.
Pero bueno, después del huevo revuelto, siguió el huevo estrellado (claro con la yema rota desde que partes el huevo jaja), luego el huevo bañado (favorito de mi papá), el volteado (que es cocido por ambos lados), en salsa, con tortilla abajo, etc... y todas las variedades de huevo habidas y por haber.
Lo que no me gustaba, es que mis manitas vivían llenas de quemaduras, no recuerdo exactamente que tan guey estaba (ejem...) que vivía con mis deditos quemados por agarrar mal el sartén, voltear mal las tortillas, o que se yo...
Luego vinieron las frutas y verduras, que si queria hacerme una salsita, hacerme un licuado o dorarme papitas, tenía que pelarlas y/o cortarlas.... ya se imaginarán, vivía con los dedos llenos de cortadas por la gran variedad de cuchillos que me hacían usar (de hecho aún conservo varias cicatrices y uno de mis pobres deditos quedó medio raro jeje).
El chiste es que aprender a cocinar para mí no fue tan gratificante, ni la mejor experiencia de mi vida. Pero bueno, el poder del hambre es mayor que mis convicciones y resultó que aprendí a cocinar una que otra cosa tradicional (llámese guisados, sopas, poner frijoles, caldos, etc. etc. etc. etc.... que luego me da hambre).
Tengo la fortuna de tener a mis dos abuelitas, ambas excelentes cocineras, pero yo nadamás no tengo, ni la más mínima intención, de pegarme con ellas cuando cocinan para aprender algo. Triste pero cierto.
Cuando fui a Canadá el año pasado, una de las promesas que tuve con Gaston y Ashley, era cocinarles comida mexicana. Así que les preparé (agárrense):
Pollo con mole (de vasito obvioooo [lo digo por mi jeje]) y en otro día Chiles Rellenos de carne, ambas acompañadas con arroz.
Pues para ser la primera vez que los hacía (jeje) me supieron muy bien y a mis amigos les gustó. Lo que si, es que en los Chiles Rellenos la presentación dió mucho que desear jaja. Y es que el lampreado nadamás no me sale. El primer intento de Chile Relleno que hice, medio me salió, que es éste.
Pero los demás están para llorar (se vale reir ehhhh jajaja).
(Se me olvidó decir, que éstos los tuve que volver a lamprear y ya me quedaron decentes jaja)
Algúuun día , pero algúuuuuun día practicaré más....
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